sábado, 18 de marzo de 2023

DE A TRENECITO (SOY BIEN ZORRA)

 


Confesión; Ánonimo.


Yo ya sabía que me encantaba coger. Y no me refiero a que solo me metieran el palo, no, me refiero a que me gusta dar las nalgas, coño y culo, mamar y todo lo que venga, de complemento, ya había descubierto que las doy fácilmente. ¡Tan modosita que era! ¡tan seriecita y bien portada toda la vida! Eso cambió con el sacana de mi marido, él me hizo ver que podía ser muy diferente. Y ese nuevo aspecto me gustó. Mucho.


Aunque debo agregar, que siempre ha sido con su consentimiento, y con frecuencia en su presencia. Al menos es lo que él cree, pero como marido nunca sabe, y los cuernos son invisibles (casi siempre, y más si son correspondidos y de común acuerdo. Se neutralizan).


Con eso, ya no se qué soy más: Si una puta aficionada, una profesional o una putiesposa. O simplemente una golfa. Fuera de esos momentos, soy una profesional muy seria en mi trabajo.


Cuando comenzamos a ir a boites, vi que me era muy fácil bajarme los calzones y abrir las piernas al que se me pusiera a tono. ¡Muy sabroso! Pero cuando me vi como ramera, ya fue otra cosa. Nunca imaginé que fuera capaz de hacer lo que puedo hacer, sola y con él. ¡Descubrí que tenía vocación natural de pinche puta! (Ojo: no puta pinche…)


Varias veces combinamos que saliera sola con hombres conocidos y desconocidos, en diferentes ambientes, y lo hice, pero eso son otras narrativas. Lo que quiero contar hoy es lo que considero que ha sido una de mis máximas hazañas. Por lo menos hasta ahora... y no es la única.


Supimos de unos lugares de sauna, con características más de putero que de baño, decidimos conocerlos, y descubrir si eran interesantes o si eran puro cuento.


Entramos a varios en la ciudad de Sao Paulo, en Brasil, y los encontramos de poca calidad, sin aventura y además sucios. Hasta que llegamos a uno que era elegante, limpio, de buena calidad y claramente putero. Al entrar, nos dieron unas batas para vestir. Junto a la recepción había un cuarto abierto, con armarios para cambiarnos. Nada diferente de varios clubes de swing, preparados para que cualquier cliente curioso o mirón pudiera ver los recién llegados quitándose la ropa… ¡Bueno, que chingaos! Nos cambiamos simulando naturalidad.


Y salimos a un salón grande bien iluminado, con bastante gente circulando. Mi maridito siempre atento por ser un lugar desconocido. Yo tranquila, confiando en él. Y contenta de tener otra oportunidad de exhibirme, o al menos era eso lo que pensábamos.


Comenzamos a circular, vimos varios cuartos menores bien iluminados, en uno de ellos había una TV con una peliculita porno y dos puchachas jóvenes y sonrientes, también de bata y claramente fáciles, si, era un putero. En otro había regaderas, y los otro, era una sala mayor, sin puerta, en donde una pareja estaba follando a gusto.


Volvimos al cuarto del televisor, ya no estaban las jóvenes; nos sentamos a ver la peliculita en cuanto decidíamos que hacer. Poco después un hombre se sentó junto a mí, viéndome sin disimulo, amablemente. Poco después se me acerca más, me roza con la pierna y pone una mano en el muslo. Al ver que no me movía, comenzó a acariciarme suavemente. Mi cornito atento, observando con el rabo del ojo y con miradas rápidas, yo con la mirada fija en la TV.


A seguir el tipo me acarició las nalgas, como abrazándome. Con ese movimiento sentí que Juan se puso atento: ya sabía, que si yo me librara del abrazo, aunque fuera con un movimiento leve, él detendría todo y saldríamos. Pero esta putita no se movió. Me quedé quietecita, quietecita, inclusive cuando el tipo avanzó en el cachondeo.


Con eso pensé: ¿Qué hago? ¿Me va a coger aquí? ¿Lo dejo, o buscamos otro lugar? La zorra dentro de mí está dándole señales de que quería guerra.


Mi marido me murmuró. Este güey está queriéndote coger ¿Quieres?


Sí, estoy caliente y con ganas de verga. ¿Me dejas que le dé las nalgas? Le respondí.


De acuerdo amor, hoy estás muy puta… Vamos arriba, creo que es mejor.


Ya de acuerdo, nos encaminamos a uno de los cuartos grandes, con el cabrón unos pasos atrás. Claramente vi que quería chingarme. Y yo también quería darle las nalgas, ya estaba caliente. Mis miradas y gestos se lo estaban diciendo.


Entramos a la sala amplia, cubierta en parte con algo blando y liso, como un tatame. Nos fuimos a la mitad. De pie, solté la bata hasta los codos, descubriéndome, medio encuerada con mi maridito acariciándome. El güey, de inmediato se colocó de lado y comenzó a besarme, metiéndome una mano por los pechos y la otra por las nalgas.


Cachondamente le correspondí, agarrándole el palo y dejando caer la bata al suelo, quedando totalmente desnuda. Ahí estaba, encuerada, y cachondeada por dos cabrones en medio de la sala de un putero.


Con los ojos medio cerrados, de repente me dí cuenta que otro pendejo (Huumm ¿Pendejo? ¡puta pendeja yo!) se había puesto del otro lado. Con eso mi marido se apartó un poco, creo que para ver mejor como su perra chingona estaba siendo atendida. ¡Y lo estaba!


Sentí que uno me estaba besando el mamey arrodillado, de inmediato abrí las piernas. Estando así, sentí las otras piernas atrás colocandome el pepino entre las nalgas. Era otro tipo que, viendo la oportunidad, se dividía con el primero nalgas y chiches. Como muy puta que soy, agarré las dos vergas, una en cada mano. Después mi marido me contó que vio como también me acariciaban el chiquito, lo que ya estaba sintiendo. Las cuatro manos se repartían los chiches, nalgas y coño. Me quedé quieta, dejándolos hacer, a final de cuentas, eso era lo que queríamos: Que fuera zorra en público, solo no sabíamos que lo iba a ser tanto.


Me sentía igualito a una perra callejera en celo, rodeada de machos queriendo meterme las pijas. Una golfa cabrona lista para dar las nalgas.


En algún momento, muy suavemente (obviamente ayudada) me bajé al suelo, acostándome de espaldas. Nunca lo comentamos, fue cuando decidí que bastaba de botanas y que ya quería los nabos bien metidos moviéndome las tripas.


Al hacerlo, y muy caliente, no vi que ya había una fila de pendejos esperando echar un polvo.


No tuve tiempo de pensar, sin más, uno de los dos primeros se colocó adelante y me puso el camote para hacerle mameluco, lo que hice obedientemente, le chupé el pito, hasta recibir la lefa, que tragué con placer, como lo hacía de costumbre. El otro se fue al otro lado, sin pensar levanté las piernas dándole la raja, que bombeó impaciente.


Acariciándome suavemente, mi marido se quedó viendo el trío.





Ya así, sabía bien cómo era, sintiéndome tranquila y muy caliente, como saliendo de mi cuerpo, vi que esta piruja era ensartada por dos palos a la vez, con un montón de cabrones asistiendo. A todo esto, le agarraba la pija o la mano a mi maridito.


Terminaron rápido, y sin más protocolo, se fueron, ni las gracias me dieron. A final de cuentas, ¡era una gallina y un palo gratis!


Sin titubear, se colocaron otros dos cabrones en las mismas posiciones. Y ahí va la putota a lamer camote y dar las nalgas de nuevo. Después le comenté riéndome, que esta segunda verga que me habían metido era grande y muy sabrosa, que me había gustado. ¡Bien puta la cabrona!


Y entró una tercera pareja de perros. ¡Igualito! ¡Hasta parecía que se estaban copiando! Y me metieron otras dos vergas, igualito, una por cada lado. Y yo sin dudar, me quedé de piernitas bien abiertas como antes, dejando el pinche coño bien disponible.


Y tragándome toda la leche que me aventaban. No podía hablar, pero estaba pensado ¡Jódanme cabrones, que aquí esta su perra chingona en celo!


Para la cuarta pareja, me volteé poniéndome de a cuatro patas, fue un poco más fácil porque se acomodaron mejor las dos vergas, así era más fácil mamarlos, cogerme y acariciarme las tetas colgando. Fuera de eso fue igual de rápido y sin marca especial, bueno, la pica que estaba chupando era más gorda que las otras, aunque si me cupo completita, casi hasta la garganta, donde el guey aventó su leche. Ya a la quinta pareja sentí que comenzaba a cansarme, mi cornito se dio cuenta también. Sin hablar decidimos que era hora de salir. Se agregó que uno de los que serían los sextos, estaba siendo un pendejo, medio lastimándome con los dedos, era un idiota que más que meterme la herramienta, comenzó a incomodarme, en vez de simplemente joderme.


Y ahí terminamos.


Mamé cinco vergas de varios tamaños, tragándome toda la leche, ese día ya no tuve ganas de cenar. Y recibí cinco palos por el coño, todos metidas hasta los huevos.


Me consideré bien jodida, muy bien cogida. Había sido una zorra muy buena, la más puta del gallinero… Hasta hoy no sé por qué ninguno me la metió por el culo, yo no hubiera dicho nada, me gusta, tiene un sabor romántico, de joven por ahí me estrenó un novio.


Varias de las otras golfas estaban muy molestas, pero no porque me habían follado diez cabrones, sino por la pérdida de ingresos para ellas… lógico…


Nos reímos cuando una de ellas, al salir me dijo enojada: ¡Buscona! Pues sí, si lo había sido, muy cierto…


NUESTRO SEGUNDO TRIO.

  Confesion; Anónimo. Fue la pasada noche vieja (31 de diciembre) y esta vez ninguno de los dos teníamos nada pensado, nos reuníamos en mi c...