LAS COSAS QUE PASAN EN EL TRASPORTE PUBLICO.
Confesion; Anónimo.
Fue un día pesado, lleno de trabajo, personas que a diario uno debe tratar.
Eso venía pensando camino a casa en el transporte público. Para terminar de irritarme el transporte venía atestado de personas, pensé: no puede ser, lo que me faltaba. Me quedé estacionada (como si no fuera poco) y volteo detrás, me encontré a un compañero de trabajo, no le di importancia él estaba impaciente por subir por lo que me pregunta: “¿subirás?”, yo le respondí: “pues si”.
Abordamos el transporte con olor a humanidad, perfumes, sudor, solo deseaba llegar a casa, tomar un baño, relajarme y después lo que surgiera.
El transporte iba al límite de su capacidad de pasajeros por lo que tenía que ir un poco apretada, creo que decir “poco” es algo mínimo a como me encontraba. El movimiento del transporte, la cercanía de las personas, en especial de mi compañero, provocaba el roce de nuestros cuerpos.
Primero eran los movimientos del transporte, después fueron los de él, intencionalmente lo hacía; al principio me causó disgusto pero minutos después me gustaba esa sensación que empezaba a sentir.
Él me comentaba del clima, cosas sin importancia, pero no ponía atención, iba concentrada a lo que sentía mi cuerpo; como no queriendo empecé a frotarme con él, él solo hablaba y yo “escuchaba”, me reía cuando no debía; creo que era obvia.
El entendió el mensaje y al movimiento del transporte íbamos nosotros, ¿quién se daría cuenta?; nos acercamos más de lo que ya estábamos, él acercó sus labios a mi oreja y me susurró: “¿te gusta?”. Solo atiné a afirmar con la cabeza; me hizo otra pregunta: “¿tienes planes? si los tienes solo apártate un poco, si tu respuesta es negativa “¿quisieras continuar?”.
Lo observé de reojo y le dije: “no los tengo y quiero continuar… ¿qué propones?”. Sonrío pícaramente y me respondió: “bueno pronto lo sabrás solo acompáñame”. Ese lapso y esos susurros de parte de él, me habían provocado una reacción fuera de lo normal, deseaba detener el tiempo y besarlo, tocarlo, entregarme a aquel desconocido pero a la vez conocido compañero, que ese día me daba como regalo, como una apreciación de que no todo era malo, que aún quedaban algunas horas para que el día terminara.
Aún en el transporte me daba besos en el cuello, mordía mis orejas, abrazaba mi cintura, se pegaba y sobaba descaradamente su miembro en mi trasero; eso me estaba volviendo loca, no aguante y volteé y lo besé.
Fue un beso tan profundo, lleno de deseo, locura, recorría hasta el último rincón de mi boca; ignoro el momento en que sucedió que empecé a masturbarlo, metí mi mano debajo de su pantalón, lo acariciaba y me di cuenta que ya estaba erecto desde minutos atrás, me sacó la mano y me la llevó hasta su pecho, le abrí unos botones y solo me dijo: “abróchalos cariño, pronto llegaremos”.
Pensé: primero me provocas y después me dejas alborotada, imbécil. Casi llegando a la esquina me avisa: “bajaremos pronto, ven toma mi mano”; yo la tomé y lo seguí, bajamos y solo me sonreía, cruzamos la calle y llegamos al edificio donde se encontraba su apartamento.
Subimos, en el elevador me besó apasionadamente, entramos, me quitó la falda, me acariciaba las piernas, la espalda, despacio me desvestía y llevó mis manos de nuevo a su pecho y me dijo: “ahora si puedes quitarme la camisa, puedes hacer lo que quieras”.
Fui a su alacena y traje un poco de mermelada de fresa, se la unté y lo empecé a lamer por todo el pecho, por el ombligo, hasta llegar a su pantalón que estaba un poco mojado debido a su erección, su miembro estaba a reventar, no había más espacio para él en su pantalón por lo que bajé la bragueta y de un tirón le quité el pantalón y él a mi la blusa. Se quedó observándome con la ropa interior y me acarició los senos, me los besaba, mientras yo lo masturbaba, subía y bajaba ese miembro que se convirtió en mi obsesión en ese momento, deseaba saber que se sentía tenerlo dentro.
Estábamos empapados de sudor y pegajosos por el dulce, me cargó y me llevó hasta su baño, preparaba el agua y me besaba, no me dejaba sola ni un solo segundo. Cuando el agua estaba lista entramos, se observaba que el agua estaba caliente por el vapor que salía, pero al momento de entrar ni se sentía debido a la adrenalina y la calentura que traíamos.
Nos besamos, me acariciaba y bajó su mano hasta mi sexo, acarició mi clítoris muy suavemente, era evidente que sabía tratar muy bien a las mujeres, pues me estaba haciendo gozar de lo lindo. Deseaba tenerlo dentro de mí, me masturbó alrededor de 5 minutos, introdujo un dedo en mi vagina y me hizo suspirar, al darse cuenta de esto me besó y de un golpe me penetró, me sacó un grito de placer, se quedó quieto un momento y empezó con el famoso sube y baja…
Me abrazaba para que no me escapara, sus manos las colocaba en mis caderas para tener el control de los movimientos, entraba y salía, nuestras respiraciones se hicieron más prolongadas, me besaba las orejas, me las mordía y me susurró: “siempre me excita morder las orejas”.
Yo solo reí, me hacía cosquillas, pero aumentaba mi placer, llevó una de sus manos a mi clítoris y mientras me penetraba me frotaba, que placer indescriptible, yo arañaba su espalda y a él lo excitaba y seguía cada vez más rápido, y su cuerpo se estremeció, tuvo un orgasmo, se vació completamente en mí, sentía su semen caliente y su pene latiendo dentro de mí, y me llevó a un orgasmo, esto provocó para que él volviera a retomar la actividad y su pene empezó a crecer dentro de mí y le froté los testículos para después pasar al prepucio, zona más erógena del hombre; lo hizo temblar y tuvo múltiples orgasmos y tan solo sentirlos me provocó también los míos.
Me besó los pechos y me lamió mis labios vaginales, no podía creerlo, él me estaba haciendo sexo oral y yo solo lo agarraba de la cabeza, quería introducirlo, me llevó hasta el máximo placer y estallé.
Me besó y nos acostamos, nos quedamos dormidos. A la mañana siguiente desperté en mi apartamento y creí que todo había sido un sueño; inicié mi día y partí a mi trabajo, cuando llegué lo primero que hice fue verlo y él actuó como si nada hubiera pasado por lo que pensé que si había sido un sueño solamente y me dije a mi misma: qué lástima que no fue realidad.
En el receso se me acerca y me susurró: “¡gracias! espero lo hayas disfrutado”. Me quedé helada y me sonrió y me besó en la mejilla y se retiró. Al salir lo fui a buscar y ya no estaba, tenía la esperanza de verlo en la estación del transporte, pero no lo vi. Ha pasado un mes y no lo he vuelto a ver, pero le agradezco ese día.